Talleres de Afiche Artesanal
Taller en San Martín
lunes, noviembre 20, 2006
MURAL EN CONESA
Conesa es un típico pueblito del interior bonaerense, a 30 km de San Nicolás, muy cerca de la ciudad de Rosario, ahí una veintena de jóvenes de entre 15 y 27 años han ocupado un viejo galpón inglés del ferrocarril que fue dado en una oportunidad a un director de teatro a condición de que al menos una vez por año represente alguna obra: es el Centro Comunal de Cultura. Como el amigo director no era demasiado prolífico (en cuanto a actividades se refiere) los susodichos changuitos decidieron hacerse cargo y así empezaron con talleres, recitales, etc. etc..Un día nos llegó un mail preguntando como había que hacer para ser una “filial” de Cultura en Movimiento... bueno se imaginarán que no estamos acostumbrados a responder este tipo de requerimientos. La cuestión es que un día nos conocimos en la Feria del Libro de San Nicolás (con Tato y su novia) y ahí pergeniamos hacer este mural.
El viernes 17 llegué cerca de las 20hs al parador de San Nicolás, me senté pedí un café doble, me fumé los cuatro o cinco cigarros que no pude en el viaje de tres horas, hasta que apareció Juan Manuel (uno de los comuneros) mirando para todos lados porque en realidad buscaba a un tipo de boina que en ese momento no la tenía puesta. Salvada la situación me fui al baño y después partimos en su auto para Conesa. En el corto viaje nos conocimos un poco, hablamos del Centro Comunal, de Cultura en Movimiento, del laburo, etc. etc. Cuando llegamos fuimos a la casa de la abuela de Tato, dejamos mi mochila y arrancamos para el Centro Tradicionalista donde afectuosamente, los changuitos habían preparado una cena para recibirme. Éramos unos cinco, comimos, bebimos, seguimos bebiendo, ante la mirada atenta de los parroquianos... en un momento apareció la guitarra, aparecieron más changuitos, aparecieron más parroquianos y aparecieron más botellas de vino: zambas, chacareras, fito Paez, Cerati, los Rollings, (variado el asunto)... incluso en un momento apareció el delegado municipal y también el caudillo del pueblo... el Tato (que es una especie de Jimy Hendrix subdesarrollado) guitarra en mano invitó al delegado (que toca chacarera) a que venga a tocar algo, todos más y más consustanciados (comuneros, comunistas, delegados y caudillos) y la cosa que no tenía visos de terminar... lo interesante fueron los “aros”... los chicos vienen luchando para que les den dos reflectores para iluminar la entrada del centro (y ahora que iba a haber mural... más todavía) entonces el aro del Tato arrancó telúrico pero terminó pidiéndole al caudillo (publico presente por medio) los dos reflectores (cosa que los del mostrador festejaban) y el caudillo (bebido pero no dormido) le contestaba en otro aro que se lo pidiera al intendente, lo cual obviamente provocaba las protestas y abucheos de los de la barra (que no sabemos en que momento se habían enrolado en nuestro bando)... A manera de disgresión: estos son los momentos en los que uno se reprende a sí mismo por no tener un grabador en la mano... A las 5 de la mañana por fin pude arrancar a mis anfitriones para el lado de la catrera (yo aunque no lo refleje el relato estaba todo el tiempo pensando en el mural de 10 metros por 5 de alto que había venido a pintar)... inevitablemente tuvimos que hacer escala (a pesar que la casa estaba a cuatro cuadras del centro tradicionalista) y terminamos en un boliche mitad boliche mitad disco y por fin, recién (después de la inevitable botella) a la catrera. A las 8 de la mañana (tres horas después) puse la pava del mate y me sentí mamá sacundiendo a los changuitos (se había colado Martín para ahorrase una cuadras de sueño) para que se levanten como quien llama un lunes para ir a la escuela.
Arrancamos de recorrida tratando de juntar tropa... todos las ventanas, indefectiblemente, no contestaban por más que los nudillos se empecinaran. En el galpón si había gente (los más chiquitos por suerte no trasnochan) había tres de 9, de 10, de 12 años, aburridos de esperarnos, después había cuatro, cinco, seis, ocho, hasta que perdí la cuenta. La parte mala de nuestro éxito inicial eran las miles de preguntas y de los “cuando empezamos”... cuando empezamos? buena pregunta: la cooperativa que iba a poner la pintura no la tenía, los pinceles los iba a traer un albañil a no se que hora, yo para contribuir al mal ejemplo, me había olvidado la carpeta de los bocetos en el boliche y para colmo hacía frío y ya quería llover, moraleja... agarré una tiza y empecé a garabatearle a la pared algo de lo que me acordaba había hecho en el boceto... al rato cayó más gente, un litro de pintura negra, un mate y la carpeta... cuando empecé a trazar se largó la lluvia... todos se metieron adentro y yo me quedé estoico para demostrarle a San Pedro como somos los militantes... al rato el viejo portero celeste se ve se conmovió y desde ahí que empezó a parar lenta pero decididamente.
Bueno participaron más de treinta changuitos y gurises, a medio día empezó a salir humito y después vinieron los chorizos (de los cuales me enteré, Conesa era una potencia mundial) gaseosa (ya no andaban los hígados para otros humores) y cada tanto un mate, una galleta, o un visitante ilustre o no tanto. Como era de prever cuando se acabaron los espacios para colorear los gurises siguieron con el pasto, los canteros, las caras de los otros etc. etc., otra predicción confirmada fue que todos se asomaron aunque más no sea un ratito a mirar el prodigio... hasta el comisario amagó poner su litro de pintura... conocimos también al infaltable comunista del pueblo (un histórico de la Federación Agraria) que se quedó largamente callado como quien ve la capilla sixtina y después de felicitarnos nos prometió algún humo futuro entorno al cual sentarse a conversar... la profesora de plástica que no podía ocultar su inmensa alegría y su haber sido determinante en el obvio talento de los recién diplomados muralistas coneseños ... y otras exquisitas notas de color, bellas todas, pero con las que no quiero aburrirlos. Terminamos a las 19hs. Con algunas bajas: un gurí se cayo de la escalera y se raspó el brazo, las comuneras le hicieron un vendaje como para balazo y a la hora cuando le pregunté del vendaje (es decir por la ausencia del mismo) el changuito me dijo que se lo sacó porque si se lo veía la madre el golpe que le iba a dar iba a ser peor que el de la escalera.
Así terminó el evento, mojados, cansados, pintados, nos fuimos a bañar (a otros hubo que sacarles la pared para que no la sigan pintando), nos tomamos la merienda que nos hizo la abuela de Tato y de ahí para la terminal (de nuevo Juan Manuel al volante) y a las 21 del 18 me subí al micro de nuevo para volver al Bronx, contento por haber cumplido, no con ir a un pueblito hermoso a pintar un mural, sino porque el “galpón es grande” y los changuitos lo van a seguir pintando. Acá hay algunas fotos.
Conesa es un típico pueblito del interior bonaerense, a 30 km de San Nicolás, muy cerca de la ciudad de Rosario, ahí una veintena de jóvenes de entre 15 y 27 años han ocupado un viejo galpón inglés del ferrocarril que fue dado en una oportunidad a un director de teatro a condición de que al menos una vez por año represente alguna obra: es el Centro Comunal de Cultura. Como el amigo director no era demasiado prolífico (en cuanto a actividades se refiere) los susodichos changuitos decidieron hacerse cargo y así empezaron con talleres, recitales, etc. etc..Un día nos llegó un mail preguntando como había que hacer para ser una “filial” de Cultura en Movimiento... bueno se imaginarán que no estamos acostumbrados a responder este tipo de requerimientos. La cuestión es que un día nos conocimos en la Feria del Libro de San Nicolás (con Tato y su novia) y ahí pergeniamos hacer este mural.
El viernes 17 llegué cerca de las 20hs al parador de San Nicolás, me senté pedí un café doble, me fumé los cuatro o cinco cigarros que no pude en el viaje de tres horas, hasta que apareció Juan Manuel (uno de los comuneros) mirando para todos lados porque en realidad buscaba a un tipo de boina que en ese momento no la tenía puesta. Salvada la situación me fui al baño y después partimos en su auto para Conesa. En el corto viaje nos conocimos un poco, hablamos del Centro Comunal, de Cultura en Movimiento, del laburo, etc. etc. Cuando llegamos fuimos a la casa de la abuela de Tato, dejamos mi mochila y arrancamos para el Centro Tradicionalista donde afectuosamente, los changuitos habían preparado una cena para recibirme. Éramos unos cinco, comimos, bebimos, seguimos bebiendo, ante la mirada atenta de los parroquianos... en un momento apareció la guitarra, aparecieron más changuitos, aparecieron más parroquianos y aparecieron más botellas de vino: zambas, chacareras, fito Paez, Cerati, los Rollings, (variado el asunto)... incluso en un momento apareció el delegado municipal y también el caudillo del pueblo... el Tato (que es una especie de Jimy Hendrix subdesarrollado) guitarra en mano invitó al delegado (que toca chacarera) a que venga a tocar algo, todos más y más consustanciados (comuneros, comunistas, delegados y caudillos) y la cosa que no tenía visos de terminar... lo interesante fueron los “aros”... los chicos vienen luchando para que les den dos reflectores para iluminar la entrada del centro (y ahora que iba a haber mural... más todavía) entonces el aro del Tato arrancó telúrico pero terminó pidiéndole al caudillo (publico presente por medio) los dos reflectores (cosa que los del mostrador festejaban) y el caudillo (bebido pero no dormido) le contestaba en otro aro que se lo pidiera al intendente, lo cual obviamente provocaba las protestas y abucheos de los de la barra (que no sabemos en que momento se habían enrolado en nuestro bando)... A manera de disgresión: estos son los momentos en los que uno se reprende a sí mismo por no tener un grabador en la mano... A las 5 de la mañana por fin pude arrancar a mis anfitriones para el lado de la catrera (yo aunque no lo refleje el relato estaba todo el tiempo pensando en el mural de 10 metros por 5 de alto que había venido a pintar)... inevitablemente tuvimos que hacer escala (a pesar que la casa estaba a cuatro cuadras del centro tradicionalista) y terminamos en un boliche mitad boliche mitad disco y por fin, recién (después de la inevitable botella) a la catrera. A las 8 de la mañana (tres horas después) puse la pava del mate y me sentí mamá sacundiendo a los changuitos (se había colado Martín para ahorrase una cuadras de sueño) para que se levanten como quien llama un lunes para ir a la escuela.
Arrancamos de recorrida tratando de juntar tropa... todos las ventanas, indefectiblemente, no contestaban por más que los nudillos se empecinaran. En el galpón si había gente (los más chiquitos por suerte no trasnochan) había tres de 9, de 10, de 12 años, aburridos de esperarnos, después había cuatro, cinco, seis, ocho, hasta que perdí la cuenta. La parte mala de nuestro éxito inicial eran las miles de preguntas y de los “cuando empezamos”... cuando empezamos? buena pregunta: la cooperativa que iba a poner la pintura no la tenía, los pinceles los iba a traer un albañil a no se que hora, yo para contribuir al mal ejemplo, me había olvidado la carpeta de los bocetos en el boliche y para colmo hacía frío y ya quería llover, moraleja... agarré una tiza y empecé a garabatearle a la pared algo de lo que me acordaba había hecho en el boceto... al rato cayó más gente, un litro de pintura negra, un mate y la carpeta... cuando empecé a trazar se largó la lluvia... todos se metieron adentro y yo me quedé estoico para demostrarle a San Pedro como somos los militantes... al rato el viejo portero celeste se ve se conmovió y desde ahí que empezó a parar lenta pero decididamente.
Bueno participaron más de treinta changuitos y gurises, a medio día empezó a salir humito y después vinieron los chorizos (de los cuales me enteré, Conesa era una potencia mundial) gaseosa (ya no andaban los hígados para otros humores) y cada tanto un mate, una galleta, o un visitante ilustre o no tanto. Como era de prever cuando se acabaron los espacios para colorear los gurises siguieron con el pasto, los canteros, las caras de los otros etc. etc., otra predicción confirmada fue que todos se asomaron aunque más no sea un ratito a mirar el prodigio... hasta el comisario amagó poner su litro de pintura... conocimos también al infaltable comunista del pueblo (un histórico de la Federación Agraria) que se quedó largamente callado como quien ve la capilla sixtina y después de felicitarnos nos prometió algún humo futuro entorno al cual sentarse a conversar... la profesora de plástica que no podía ocultar su inmensa alegría y su haber sido determinante en el obvio talento de los recién diplomados muralistas coneseños ... y otras exquisitas notas de color, bellas todas, pero con las que no quiero aburrirlos. Terminamos a las 19hs. Con algunas bajas: un gurí se cayo de la escalera y se raspó el brazo, las comuneras le hicieron un vendaje como para balazo y a la hora cuando le pregunté del vendaje (es decir por la ausencia del mismo) el changuito me dijo que se lo sacó porque si se lo veía la madre el golpe que le iba a dar iba a ser peor que el de la escalera.
Así terminó el evento, mojados, cansados, pintados, nos fuimos a bañar (a otros hubo que sacarles la pared para que no la sigan pintando), nos tomamos la merienda que nos hizo la abuela de Tato y de ahí para la terminal (de nuevo Juan Manuel al volante) y a las 21 del 18 me subí al micro de nuevo para volver al Bronx, contento por haber cumplido, no con ir a un pueblito hermoso a pintar un mural, sino porque el “galpón es grande” y los changuitos lo van a seguir pintando. Acá hay algunas fotos.
armando de magdalena
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